martes, 7 de septiembre de 2010

'Mi beso con la muerte'

Cuando por fin sentí, la soledad fulgurante, el silencio abrazador, cuando ya no había más nada que esperar de la vida, justo cuando quería que todo acabara; ella tocó a mi puerta, y yo, chica tonta, ingenua, la dejé entrar cual caballo brioso, por mi alma. Repetidas veces susurraba a mi oído cosas maravillosas, de inigualable belleza, que un hombre sin masoquismo, aceptaría con total gusto. Me acariciaba, rozaba hasta el último centímetro de mi piel, extrañada, extasiada, por su cercanía; me hacía estremecer; decía 'me necesitas, aquí estoy'; y yo fascinada, caí como como una infantil florecilla que muere al nacer. Al poco tiempo de tenerla, de hacerla mía y de unirme a ella por todos los medios posibles, sentí como mi corazón, bola de fuego moribundo, se apagaba, dejaba de latir; el aire se volvió denso en mis pulmones; el agua, amarga en mis labios; la luz ardía en mis ojos; y en ese momento, sólo en ese instante, tomó mi rostro entre sus manos, y, en lo que fue un segundo, nuestros labios, que como el fuego y la pólvora, se unieron en un beso voraz, fugaz, y divinamente mortal...
                                                                                                                  Marie C.

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