domingo, 6 de marzo de 2011

UN AMOR PERFECTO, HERMOSO… Y LETAL



  ¡Qué frustración!, sentía cómo la sangre de mis venas ardía y se evaporaba en mis adentros, el incontenible placer hacía que me cegara, y que no encontrara el camino de regreso…Aunque, debo admitir…En lo más profundo, no me arrepentía de haberlo hecho…

¡Juro que no fue mi intención!, quise acabar con mi vida al intentar hacerlo, juro que fue involuntario, ¡LO JURO!, nunca quise herirlo, y menos de esa manera… Juro que hice lo posible por contenerme, pero…Vi la centelleante y hermosa hoja de plata, tan cerca de su cuerpo, tan cerca de mi mano, la vi con tanta excitación, con el deseo mortificándome, con las lágrimas de odio hacia mí misma brotando de entre mis párpados…Él lo notó, notó mi profundo deseo, y con su voz, solemne, dulce, cálida, dijo:

_ Hazlo, si es lo que realmente deseas…_ me estremecí al oír sus palabras, no podía creer lo que me decía, ¡no quería creerlo!, pero no pude evitar hacer lo que mi corazón me obligaba, no pude evitar querer cruzar su expuesta zona yugular; ¡juro que lo hice!, ¡juro que luché con todas mis fuerzas para detenerme!; no me podía permitir verlo sufrir, ¡no podía!, pero el deseo, el morboso deseo de asesinarlo, me inundó; y cuando vi un hilito rojo, cayendo desde su garganta, hasta su pecho desnudo, pálido, hermoso; no pude detenerme, esa fue mi perdición…

Cada incisión, cada movimiento que cortaba y abría su hermosa y fuerte piel hacía que me estremeciera, ¡retorcía mis sesos de placer!... Pero lo que me devastó, llegó cuando levanté la mirada, y sus ojos centellearon al encontrarse con los míos, demostrando más que dolor, curiosidad… Sus labios, perfectos y colorados, se entreabrieron en un aire de incredulidad. Desde ése momento supe que había notado mi expresión de completo placer, sus cejas hicieron un movimiento brusco: pasaron de estar fruncidas, a estar completamente arqueadas, y pronunció:

_ ¿Por qué?_ en un susurro casi inaudible, y con sus ojos (de un ideal castaño chocolate) inspeccionando mi mirada, como si tratara de buscar algo perdido en ella.

_ Simplemente…_susurré con un tono extremadamente tierno_ Porque TE AMO…_

Sonrió, por unos segundos creí que era en gesto de burla, pero, en vez de eso, era de halago. Tomó mi cintura, la chocó contra la suya (casi con brusquedad), quitó el cuchillo de mi mano (la cual había dejado de moverse), lo puso en su bolsillo trasero, puso mis brazos alrededor de su cuello, y luego colocó los suyos rodeando mi espalda con suma delicadeza (para mi gran sorpresa, pues era un hombre bastante fugaz).

_Yo también TE AMO…_ dijo también muy enternecido, pero con un toque de erotismo al pronunciar cada sílaba, cada palabra.

Y así, lentamente soltó su brazo izquierdo, agarró mi nuca, suavemente acercó mi rostro hacia el suyo, y unió sus labios carnosos y colorados por los que yo moría, a los míos, que ansiaban ese momento con profunda locura. Nuestros labios se cerraban y abrían en un acto perfectamente armónico, que además, parecía ensayado; aunque hay que pensar que básicamente lo era…Había enloquecido al soñar tantas y tan seguidas veces con ese momento, tan fugaz, pero tan perfecto, tan puro, tan cálido, que cualquiera podría notar que no era sólo ficción, notar que era cierto que él estaba ahí, a pocos centímetros de distancia, aferrándome a sí con suma ternura, que me quería a su lado, que deseaba tenerme junto a él, y que, por más que yo lo deseara, nunca se iba a apartar de mi lado, NUNCA…

Su brazo izquierdo ya no sostenía mi nuca (pero seguía con sus labios en los míos), ahora se encontraba atrás, en su bolsillo. Sacó lentamente el cuchillo con el que yo había ya cortado su pálida garganta, y con un sorprendente cariño que resplandeció en sus ojos (de ahí supe que lo disfrutaría al igual que yo lo había disfrutado antes), atravesó mi pecho lentamente, justo en el lugar donde algo latía. Los dos, luego de unos segundos, dijimos, uno después del otro:

_Ahora sí puedo decirlo literalmente, y con todas sus letras…_ susurró a mi oído, con un hilo de humor en su voz, aún sin soltarse de mí_ ¡MUERO POR TI! _

Cerré los ojos, conteniendo las ganas de lanzarme a llorar, y con una voz, que al principio tembló, pero que luego se compuso, dije en suavemente a su oído:

_Fuiste mi vida, ahora eres mi muerte, pero donde quiera que vayamos ahora…_”ya sea juntos o separados”, pensé, pero no lo dije, temiendo que se cumpliera, ¡no quería en lo absoluto separarme de él! _…Serás mi perdición…_

_Hasta siempre_ dijo con lágrimas llenamente complacidas, que surgían de sus párpados lisos, fuertes, y sin que pudiera terminar la oración lo interrumpí:

_...Jamás…_susurré con todo el amor que tenía contenido en mi cuerpo, y con las mejillas ya rosas, por haber roto en llanto (al no poder contenerme), en silencio, y con los ojos y el rostro, aún apuntando al suyo…

Me recostó en el sofá de terciopelo color vino (con una facilidad nada característica de un moribundo), con suma delicadeza, y luego se recostó a mi lado, rodeándose nuevamente el cuello con mis brazos; y yo, loca por él, no hice más que dejarme llevar por sus movimientos sinuosos y sutiles.

Nuestros labios se unieron de nuevo y se abrían y cerraban tal y como lo habían hecho antes, sólo que esta vez noté algo diferente: sus labios, carnosos y perfectos dejaron de ser cálidos como de costumbre, y se volvían cada vez más helados, cosa que hacía temblar mi vientre de una manera desconcertante; y ya tampoco eran de ese color cereza que yo tanto amaba, se habían vuelto algo grises, pálidos; su piel, era también más pálida y fría, pero seguía siendo fuerte, segura; y sus ojos (aunque al principio no lo noté, por tener los míos cerrados) se volvían cada vez más y más apagados; y noté también, que su respiración disminuía en velocidad, pero aumentaba en sonoridad. Al parecer, el notó lo mismo en mí. Dejé de besarlo, sostuve mi cara frente a la suya por un momento, inspeccionando su mirada, acaricié sus párpados, su mejilla, sus labios… Lo abracé, con mi cabeza al nivel de su pecho y la presioné, suavemente, contra él; apenas podía oír los suaves latidos de su corazón, que cada vez eran menos constantes. Sentí que mi propio corazón dejaba de latir, cuando descubrí sus brazos rodeándome con una ternura inimaginable; me besó dulcemente la frente, y colocó su cabeza inclinada hacia la mía, mientras colocaba sus dedos índice y corazón en mi garganta, buscando mi pulso. Ambos dijimos (para nuestra sorpresa), al mismo tiempo, la misma frase:

_ Siempre fui, soy y seré tuya/o, y así será para toda la eternidad, e incluso más allá…_ ambos pronunciamos las palabras con el mismo tono de melancolía, y amor, tan grande el uno hacia el otro. Luego, casi inmediatamente, ambos abrimos los ojos como platos, miramos cada uno a los ojos del otro y arqueamos las cejas al mismo tiempo: nos dimos cuenta del final, de que el momento había llegado…



…Sentimos cómo el corazón del otro, ya no latía.


Mariana Conde.
                                                                      

sábado, 29 de enero de 2011

Diría que buscándote...

-Espera, me dijiste que te llamabas...?- oí de tí...
-Hey! Ya vamos de nuevo!- te interrumpieron...
-"Qué?!"- pensé...
Te fuiste, reprochando, me dejaste; con palabras en la boca, con pensamientos revoloteando por mi mente, golpeando mis sentidos, agotando mi energía... No se tu nombre, eres el desconocido... Eres ese ser que desde hace tiempo, tal vez siempre, estuve esperando, ese "no sé qué", que hace que todo sea agradable, el desprecio, la agonía, incluso el tedio... Algún día, me marcharé al patíbulo, riendo, cual chiflada... Porque sé que te conocí, sé que en un momento, sólo en una mirada, supe todo de tí... Sé que ahora puedo morir sin tener que arañar el suelo, puedo irme, sin decir que nada mereció la pena... Ahora sí, porque TE CONOZCO...

                                                                                                                                                                            M.C.